Los terrores nocturnos suelen presentarse una hora después de haber conciliado el sueño y, generalmente, a la mañana siguiente no existe recuerdo de lo sucedido. El terror nocturno y las pesadillas son diferentes. Éstas expresan la angustia del pequeño.
La mayoría de los niños se despiertan por la noche.
El problema está en que son muchos los que solicitan la presencia materna o paterna para volverse a dormir. Esto se debe principalmente a que, sin darnos cuenta, enseñamos a los pequeños a asociar el dormir con la presencia de alguno de los progenitores. Es importante marcar un horario de sueño en los más pequeños y cumplirlo. Sin embargo, los niños de cortas edades suelen padecer, a menudo, terrores nocturnos o pesadillas.
Pesadillas y angustias
Los terrores nocturnos no se consideran un problema serio, normalmente desaparecen solos, pero uno de cada cuatro niños entre los 3 y los 4 años los sufren. No son síntomas de problemas emocionales.
Los especialistas asocian los terrores nocturnos a un efecto de sueño muy profundo y suelen ocurrir una hora después de haberse dormido. Las pesadillas, por contra, son la expresión de la angustia que siente el niño. Los pequeños pueden irse a dormir aparentemente tranquilos pero despertarse asustados y angustiados.
Temor a la inseguridad
Las pesadillas se producen en la mitad o hacia el final de la noche y pueden durar más de diez minutos. Al día siguiente se recordará el contenido del sueño y, la consecuencia normal de esta situación, es que el niño se resista a irse a dormir. El contenido de las pesadillas gira entorno a amenazas contra la propia seguridad. Cabe destacar que las pesadillas son frecuentes en la infancia, entre los 3 y los 6 años, y son más habituales en las niñas aunque los niños pueden también padecerlas pero con menos frecuencia