Son personas, animales o cosas. Y aunque solo existan en su imaginación, durante un tiempo serán los mejores amigos de tu hijo.
La aparición de los amigos imaginarios en la vida de un niño no es tan infrecuente como parece. Le puede ocurrir al 50% de los niños cuando alcanzan los 3 años de edad y puede durar hasta que cumplen los 8. Eso no significa, en ningún caso, que estos amiguitos invisibles tengan que estar presentes en sus vidas todo ese tiempo; lo normal es que se vayan y vuelvan de forma intermitente, que se sustituyan unos por otros o que desaparezcan de forma definitiva en unas cuantas semanas o meses.
¿Cuál es la razón que lleva a los niños a inventarse estos personajes? Sobre todo, aprender a relacionarse con su entorno. Los 3 años son una fecha clave en el desarrollo de cualquier pequeño. Deja de ser un bebé para convertirse en un niño, es cada vez más autónomo, busca una mayor independencia y empieza a explorar su mundo. Y esos amigos imaginarios no son solo niños de su edad con quien jugar; también pueden ser personas adultas, animales o cualquier objeto que les ayude a comprender su entorno.
¿Son buenos «colegas» para mi hijo?
Por supuesto que sí. Aunque no tanto como sus amiguitos reales. Los inventados le sirven para sentirse más acompañado, expresar sus propios sentimientos, proyectar sus deseos, satisfacer sus necesidades o, incluso, para tener a alguien a quien culpar cuando no hace algo bien. Y también benefician a los padres, que pueden conocer más a sus hijos, ya que estos suelen poner en boca de sus «amigos» sus propios deseos, sus miedos, sus expectativas…
Si este es el caso de tu pequeño, tienes más motivos para sentirte orgullosa que para considerarle «raro». Los niños con amigos imaginarios son muy sensibles, fantasiosos, sociales y extrovertidos. Además, algunos estudios han vaticinado que cuando lleguen a la edad adulta serán más creativos, artísticos y menos propensos a desarrollar conductas agresivas.
Por eso, los padres de un niño en esta situación deben aceptarlo con normalidad. No conviene negar al niño la existencia de su amigo imaginario ni reñirle por tenerlo, ya que solo conseguirán que juegue con él a escondidas. Incluso puedes utilizarlo para descubrir qué necesita tu hijo: pregúntale de vez en cuando por su «amiguito», por cómo es o qué le gusta hacer. En el caso de que recurra a él constantemente para culparle de su mala conducta, debes hacerle ver que tiene que responsabilizarse de sus actos y asumir sus consecuencias.
Pero, en general, la existencia de su amigo imaginario solo debe preocuparte si lo sigue manteniendo más allá de los 8 o 9 años o si observas que la «amistad» se ha vuelto tan intensa que está aislado y no desarrolla otras relaciones. Si es así, intenta buscar actividades para que juegue y aprenda a divertirse con amigos reales: llévale al parque, participa en sus juegos, invita a otros niños a casa.